19 sept 2013

Extraordinaria verdad (si no lo creéis, juzgad)

Anoche tuve ocasión
de presenciar un estreno
en el Teatro Pavón,
de un autor que, a la sazón,
es un maestro supremo;
y es que en dramaturgia y verso
este texto de Alarcón,
lúcido, genial, perverso,
en el que te ves inmerso
desde la primera acción,
brilla entre piezas aquellas
que a destajo, en el barroco,
más lucrativas que bellas
escribían cual centellas
los autores, a lo loco.

Apenas mi mirada, fiel y atenta
del programa se apartaba y, ansiosa,
en las tablas cayó cuando, dudosa
de si era acierto o error, daba cuenta
de una blanca cárcel majestuosa.
¿Un estrecho rincón en vez de cuatro?
¿Cómo es así? - mi mente inquiere, airada
de ver su perspectiva violentada -
¿Por qué este claustrofóbico teatro?
¿Por qué la superficie está inclinada?

Intrigado y expectante,
pude luego comprobar
que lo que estaba delante
era una idea brillante.
¿Quieren por qué averiguar?
Lean pues con atención
la crónica, que ya en prosa
inspiró esta pieza hermosa:
Críticas con Corazón
a "La Verdad Sospechosa"

La mentira sin duda uno de los grandes males de la humanidad, símbolo de la lucha entre el plazo corto y los grandes ideales, madre de la publicidad y por ende de la política, y si hay un texto que pueda ayudarnos a desnudarla sin piedad, tal y como se merece, es sin duda "La Verdad Sospechosa"
Cuando leí esta obra, hace ya bastantes años, la clasifiqué de inmediato como una de las mejores de su género, sorprendido por la perfección de su trama, por la frescura del verso que corre con ritmo impecable y por la belleza, ingenio e inteligencia de sus diálogos y situaciones. "El corcovado", apodo por el que se conocía a Alarcón (no era precisamente un Adonis), dotó a los personajes de una personalidad sorprendente que Helena Pimenta ha sido capaz de exprimir al máximo con una puesta en escena llena de aciertos y efectividad.
Sorprende mucho el espacio escénico (diseño de Alejandro Andújar), claustrofóbico y desnivelado, que al momento causa cierto desasosiego, acostumbrados a tanto teatro de ciclorama y minimalismo. Un estrecho rincón que, sin embargo, consigue metamorfosearse y reinventarse una y otra vez de forma tan sutil como ingeniosa, ayudado por la fantástica iluminación de Juan Gómez Cornejo y que crea espacios imposibles en los que los personajes, desequilibrados real y metafóricamente, luchan por entender un mundo que se resiste continuamente a ceder a sus deseos: un verdadero callejón sin salida. ¿Hay metáfora visual más adecuada?

Don García, brillantemente interpretado por Rafa Castejón, nos mantiene en continuo estado de admiración perpleja, disfrutando inmensamente de ver la candidez y entusiasmo con la que se cree cada una de las elaboradísimas trolas que poco a poco edifican los muros de su encierro; Marta Poveda nos dibuja a una Jacinta que derrocha frescura y energía, perfecta en su retrato de niña caprichosa, humana más allá del estereotipo, ganándonos escena a escena con la destreza y claridad con la que maneja el verso hasta el punto que desaparecen las limitaciones de una voz demasiado castigada, superadas por su interpretación valiente y llena de entrega.
De hecho, todos los actores están muy bien: Nuria Gallardo provoca tanta piedad como carcajadas con su Lucrecia, alternando drama y comedia con gran organicidad; Fernando Sansegundo se gana al público desde el primer instante, componiendo con grandísima vis cómica un criado lleno de matices y sombras; Joaquín Notario hace lo suyo y lo hace muy bien, viviendo el calvario de Don Beltrán hasta su extremo sin escatimar entrega y David Lorente... capítulo aparte merecería por el espectacular Don Juan de Sosa que se come la escena cada vez que tiene algo que decir o hacer; en un elenco de por sí brillante, consigue destacar aún más al dotar cada una de sus palabras de una verdad absoluta y haciendo alarde de precisión cómica para llevar al público a las carcajadas y aplausos más sinceros de este estreno.
Y como protagonista absoluto de la noche: el drama.
Pimenta lo tiene tan claro como el propio Alarcón así que, lejos de dulcificar un final ya de por sí dramático, se ensaña con la tragedia de un desenlace que sume a todos en la desgracia, imagen esperpéntica también de nuestra actualidad, tan prisionera del engaño como Don García de su destino.


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