16 sept 2013

Júbilo Terminal, un duelo imprescindible

Muchas veces uno se pregunta qué puede interesar del teatro al espectador hoy en día. Normalmente se tiende a pensar que es preciso un terreno común para conectar con la sensibilidad de personas de muy distinta condición, tratar temas que nos conciernen a todos. Esta es la base que sustenta adaptaciones (a veces inverosímiles) de clásicos barrocos enfundados en vaqueros o camisas hawaianas: acercar el teatro al mundo actual.
¿Es ese el único modo? Para Jesús Castejón y Jose Pedro Carrión, creadores del espectáculo "Júbilo Terminal", que cierra temporada esta semana en el Sol de York, la respuesta es un rotundo "no".
Jan Patočka, filósofo checo de esa generación a la que tocó sufrir dos guerras mundiales, hablaba de la "solidaridad de los quebrantados", refiriéndose a que lo único que puede unir a quien trata de matarse desde trincheras enfrentadas es el convencimiento de estar igualmente oprimidos, de ser idénticamente desgraciados independientemente del color de tu bandera. 
Así, "Júbilo Terminal" plantea un conflicto con el que todos, teatreros o no, podemos sentirnos identificados: el enfrentamiento actual entre una generación que lo tuvo todo y no suelta nada y los recién llegados que no encuentran hueco, oportunidades, voz ni voto. La mejor manera de acercarse a lo universal es lo particular, por lo que traer la problemática actual del teatro sobre las tablas no hace sino poner de relieve la punta de un iceberg que se cierne por igual sobre todos nosotros.
La obra tiene algo de autocomplacencia, difícil de evitar cuando parte de la propuesta implica mezclar textos de Shakespeare con la magnífica voz y la presencia de José Pedro Carrión, haciendo alarde de oficio y talento al margen de una dramaturgia a la que le cuesta tomar las riendas del espectáculo. Cuesta también entender el personaje de Valery Tellechea, hermosa y enigmática en sus apariciones iniciales, que apenas hemos identificado como una ensoñación etílica del veterano actor cuando de pronto rompe el código para convertirse en una joven actriz que busca hueco en el mundo.
Y ahí es, sin embargo, cuando absolutamente todo cobra sentido. "Agárrate, que vienen curvas", le dice esta neófita al gran maestro, y vaya si es verdad: los pelos como escarpias, firmes a la voz desgarrada de un teatro que se muere junto con el resto de la sociedad; textos sublimes que mezclan poesía con crónica de sucesos; Shakespeare de barrio escrito en pancartas de pura rabia... magnífico contrapunto, en resumen, el de dos estilos y voces tan dispares como los de Tellechea y Carrión unidos en un conflicto tan cercano que arrancó vítores, aplausos y lágrimas de un público entregado por completo a la magia del teatro-que-es-verdad.
Ya lo dijo Juan Diego Botto en la presentación de la Sala Mirador, haciéndose eco de una de las consignas del mayo francés: "cuando el Parlamento es un teatro, el teatro debe ser un Parlamento", máxima que jamás fue tan adecuada y que Jesús Castejón, veterano gladiador de la escena, no duda en llevar a este montaje en su forma más literal.
Los textos de Shakespeare, Chéjov, Rostand y Weiss son magníficos, qué duda cabe, y magníficamente interpretados sobre el escenario, pero son las palabras nuevas de una dramaturgia inconexa los que convierten este montaje en una experiencia imprescindible hoy en día. Necesitamos portavoces, representantes que tengan el coraje de poner palabras a nuestras ilusiones y miedos más profundos, que digan en voz alta lo que susurramos con timidez para sentirnos menos solos, menos locos, menos quebrantados.
Hay montajes de los que sales entusiasmado, aburrido, enamorado, furioso, incrédulo, obnubilado... pero a veces, muy pocas veces, lo único que quisieras es permanecer en tu butaca, a oscuras, y disfrutar de un silencio que te permita escuchar de nuevo las palabras, ahora tuyas para siempre, que no dejan de hacer eco más allá de tus ojos empañados.
No sé qué puede interesar a los espectadores de teatro hoy en día, pero ¿qué necesitan? Ahora lo tengo muchísimo más claro.


"Júbilo Terminal" estará en la sala El Sol de York hasta el 22 de septiembre

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