15 sept 2013

"La Tigresa" (o el milagro de la multiplicación de los personajes)

Hace ya mucho tiempo que los escenarios tienen olvidada la figura del bululú, del cuentacuentos, del juglar solitario que consigue pintar otros mundos en el aire sin más artificio que la fuerza de su palabra y de sus gestos, quedando relegada su misión al desterrado barbecho del pueblo en pueblo, pero no siempre fue así.
Para Darío Fo, maestro indiscutible del uno contra todos sobre las tablas, las historias no son más que una manera de mostrar cómo es el ser humano; y quién mejor para contar a una persona qué misterios bullen en su interior que otra persona con un abanico de portentos burbujeándole a flor de piel.
Julián Ortega, de profesión ser otros, aparece sobre el escenario vacío y nos cuenta con pasmosa naturalidad lo que va a suceder; así, sin más, nos dice que nos va a contar tres cuentos de Darío Fo. Después, para pasmo de toda una sala repleta, Julián se arremanga y la cosa va y sucede: sin apenas cambio de luz, sin más objetos que una tira de tela, una botella de agua y una máscara ocasional, el escenario y nuestros ojos se llenan de tigres, batallas, chinos, espacios infinitos, estrechas guaridas, océanos, estructuras imposibles, pueblos, abarrotadas ciudades... dejando en medio de toda esta quimera de prodigios a un único actor que consigue mantener de forma ininterrumpida una hora y media de atención incondicional y fascinada. Lo más increíble de todo este asunto es que Julián no hace alarde de ninguna de sus innumerables habilidades, tanto interpretativas como físicas y vocales, en todo el espectáculo; simplemente usa lo imprescindible para que la historia cobre vida, dejando a un margen el lucimiento en favor del cuento.
Eso no significa que no cambie más de veinte registros de voz, o que impecables pantomimas conviertan a su alrededor el aire en escenografías, o que su espectacular sentido de la comedia nos saque carcajadas de continuo, o que ritmo y la palabra mantengan la acción sin que decaiga un solo instante. No, lo único que implica esa humildad artística es la inquietante sensación de que podría haber hecho aún más, pero que no hacía falta.
 Jose Antonio Ortega, veterano farandul y padre tanto del artista como del espectáculo, es la mano firme que firma la dirección y el relevo generacional de un texto que ya estrenó en el 82 con el actor Miguel Barceló, y se aprecia su profundo conocimiento del texto y la personalidad de Fo en la manera tan sutil que tiene de emerger entre las historias un mensaje de fondo que tiene aún vigencia 35 años después.
Es un alivio ver, gracias a montajes como este, que se puede lograr tanto con tan poco, porque tal y como están las cosas y con la imposibilidad de mantener elencos que no quepan en una sola furgoneta, es posible que veamos proliferar de nuevo a estos hombres-orquesta de la narración sobre los escenarios.

"La tigresa y otras historias" estará en el Sol de York hasta el 22 de septiembre

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